Si al volver al nido, la avellana no cabe por el agujero, es
capaz de partirla, tirar la cáscara y meter el fruto. Eso cuentan los
entusiastas de este ave. O que, si el agujero del nido es demasiado grande, es
capaz de hacer de albañil: recoge barro y achica el hueco. No tiene cuello, es verdad,
pero qué patas y qué pico. Así que, nada le arredra. Para lo único, si es que
puede reprochársele algo, que es algo más exquisito es el lugar del domicilio.
Bosques sí, pero a ser posible de árboles con tiempo y algo de humedad… porque
¿quién prefiere habitar pinares ralos y resecos? Así que, le gusta mucho más
Portugal que España, en donde el Atlántico besa el aire hasta ablandarlo.
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